Ayer cuatro pacientes me preguntaron si estaba embarazada. Cuatro personas. Era la primera vez que me veían. La primera pregunta vino de una embarazada de casi 9 meses. Me lo dijo sonriendo. Y respondí simplemente que no. No estoy embarazada. Ay parecía. Es un vestidito ancho. La segunda vez vino de una mujer de mediana edad. Me lo preguntó con la ilusión de quien sabe que lleva la razón. Ay pues no. Es que no suelo fallar. Ya, bueno. La insolencia me toca de lleno. Pensaba que ya había sido suficiente pero me equivoqué, para variar, me equivoqué. Dos mujeres más me preguntaron si estaba embarazada y una de ellas me tocó el vestido. Me tocó el vestido y me tiró un poco del mismo. Me tiró del vestido.
Y como no soy suficientemente asertiva para decirlo a mis pacientes, lo diré aquí. Me parece mal que un desconocido me pregunte si estoy embarazada. Me parece mal que uno vaya al médico y le pregunte si está embarazada. Me parece fatal, me parece sexista, cotilla y de mala educación. Me parece mal que un desconocido me toque el vestido a propósito. Me parece fatal que me tire del vestido. Me parece mal, muy mal y cada vez que lo hacen quiero gritar. Quiero gritar porque a ninguno de mis compañeros varones le tocan la tripita, porque no les tiran de la camisa y se quedan como si fuese lo más normal del mundo. Quiero gritar porque no me identifico con esa parte de mi género que se cree con el derecho de preguntar todo lo que se le pasa por la cabeza. Quiero gritar pero no puedo.
1 comentario:
Machista, sexista, intromisión en la intimidad, mala educación y...envidia intentando ser amable.
Que tienes, probablemente, buen aspecto, lo que quizá contraste con el aspecto enfermizo de quienes te rodean.
A ver, que hace una mujer con aspecto sano en un hospital: Ah, sí, es que está embarazada.
Me pregunto que es lo que te hace sentir el que te digan que estás embarazada, para que te enojes tanto.
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