Era la primera vez que veía a esa mujer. Iba con los ojos bien pintados, ropa de colores y unas alpargatas color rojo. Rondaba ya los ochenta años y empezó a hablar con ese desparpajo que solo la edad puede dar.
- Vengo muy nerviosa, no se lo va a imaginar.
- ¿ Qué le ha sucedido?.
- Pues que se nos incendió el bloque. Resulta que la hija de los del cuarto puso unos huevos en la sarten y se olvidó de ellos.
- ¿ Y usted en que piso vive?.
- Yo vivo en el tercero pero la casa de ellos se incendió, los vecinos tuvieron que salir corriendo pero ya ve que yo no corro, con esta muleta a donde voy a ir. Yo estaba en la habitación y por eso tardé más en darme cuenta. Cuando salí al salón, estaba todo lleno de humo y empecé a gritar.
- Ay, madre, ¿ y entonces?.
- Entonces, vino un bombero, abrió la puerta de mi casa y un humo, un humo que no dejaba ver nada. No veía ni la puerta de la entrada pero el chaval me cogió en brazos y me sacó por la escalera, no sé ni cómo pudimos bajar. Ay, menos mal que me rescató, yo ya me veía ahí muerta como un pajarito.
- Menudo susto, qué horror.
- Pues sí, yo no paraba de pensar en que con los 430 euros de euros de pensión, ¿a donde iba a ir si perdía mi casa?.
- ¿ Y cómo está su casa?.
- Pues las paredes negras y huele mucho a humo pero de momento parece que podré vivir allí.
- Me alegro que esté bien.
- Ay, muchas gracias, doctora porque yo ya no estoy para estos sustos.
Este, sin duda, ha sido el mejor rescate de la semana con alpargatas rojas incluidas.
1 comentario:
o.k.
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