He pasado todo la tarde en el zulo. El zulo es una habitación de unos diez metros cuadrados llenos a rebosar de historias clínicas, una mesa pequeña y un fluorescente que cada vez da menos luz. El zulo se está convirtiendo en una parte de mi vida. Allí reviso historias de otros. Anoto datos y de vez en cuando tengo ganas de gritar.
¿ Donde está la línea?, ¿ por qué confiamos en algunas personas?, ¿ por qué traicionamos a otras?, ¿ por qué nos creemos inmunes al mal, a la enfermedad, al dolor?, ¿ por qué creemos que eso no va a ocurrir?...Y del otro lado de esa línea están ellos, las víctimas. Los inocentes. Los que no contaban con eso. Los que no lo merecían. Los que siguen atónitos repasando esa parte de su vida donde todo se quebró para no volver a ser igual. Y cuando empiezas a ver sus años, los que tienen, los que tú tienes...hay algo que me oprime el pecho...ellos, yo...las decisiones, las acciones...todo tiene consecuencias...no se puede borrar...el mal está presente, es real...son tantas vidas, tantas mentiras, tantas medias verdades, tantos miedos...Son personas...y duele...duele ver todo lo que les sucede...duele ver que cada síntoma se acompaña de una bateria de pruebas y de una serie de médicos de bata blanca...y duele ver que lo poco que hablamos de ellos, lo poco que entramos en su mundo...pero aún así....aún así, sigue siendo un milagro que ellos estén aquí, de este lado del océano...y me pregunto cómo seguir siendo humana cuando leo sus historias, cuando le pongo su rostro a las mismas...¿ Cuál es el mayor milagro, que ellos reciban atención médica o que los médicos seamos sensibles y misericordiosos con su enfermedad?....
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