domingo, enero 06, 2013

Reyes

Camino por la calle hasta la oficina de Correos, recojo un paquete a mi nombre y no puedo por menos que sonreír, me encanta el origen, me encanta que las cartas cojan un avión, pasen por manos y manos hasta llegar a las mías. Voy a salir de la oficina cuando lo digo: Que le traigan muchas cosas los Reyes. La buena señora me mira como si fuera un dinosaurio saliendo del metro y me responde: Ojalá, lo mismo. A mí ya me han traído muchas cosas buenas. Al menos que te traigan un buen día, muchas gracias estoy teniendo un día estupendo.
Salgo a la calle, el sol reina por Fuencarral mientras la impaciencia no puede hacer que espere a abrir mi paquete. Así que voy descubriendo paso a paso todo lo que hay mientras creo que todos los viandantes me envidian por tener un paquete en mis manos. Veo a una de esas mujeres ancianas que admiro con abrigo de piel y bolso negro con el cierre dorado en horquilla. Le sonrío y la mujer me pregunta si me van a traer muchas cosas los Reyes. Espero que sí, de momento me han traído un sol hermoso para usted.
Cruzo la calle para ver un árbol de Navidad en una de esas cristaleras antiguas con bolas rojas. Sé que es una buena señal, los árboles siempre son especiales aunque estén secuestrados en un edificio. Voy hacia el mercado bautizado iglú para preparar la comida de hoy, de puesto en puesto, escuchando distintos idiomas, buscando el puesto adecuado. El chico que está a mi lado compra pavo y estoy tentada a decirle que no lo compre, que siempre sale muy seco, que hay mejores opciones pero al final me contengo, no sé si es porque ambos compartimos canas incipientes o porque no quiero arruinarle la venta al carnicero. Salgo para comprar algo de fruta, naranjas para el pastel de chocolate y manzanas para el puré, sí, soy muy predecible pero hay cosas que me encantan. Así que vuelvo con prisa a casa para cocinar sopa de pescado como si fuera Babette, dejo todo a medio hacer porque hoy, hoy toca soñar, así que convenzo a un taxista para que callejee por Madrid para dejarme cerca del Thyssen, tras unas vueltas, llego a su puerta para saludar a Canaletto y compañía. Justo a tiempo para salir y escuchar a los chicos del coro antes de disfrutar de un té en buena compañía. Contando los minutos para que llegue la media noche para así poder abrir mi regalo. Queda una hora para las 12 por lo que  ni corta ni perezosa, empiezo a hacer uno de esos pasteles experimentos que ojalá sirva para chuparse los dedos. Y sí, suena el reloj pero porque el pastel ya se hizo y sin ser la Cenicienta, no me olvido un zapato sino que encuentro un paquete de color donde aparece un libro de Lamott. Y sí, es un día perfecto de Reyes, no puedo pedir más.

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