viernes, junio 25, 2010
11
- Entonces las pastillas me las tomo tres días.
- Sí tres días y ya está.
- Gracias.
- Hasta luego, que tenga un buen día.
- Bueno tendré un buen día si España gana.
- Hombre no hay que ser tan drásticos...
- No, no...mi día acaba bien si ganamos sino mal...
- Está bien que ganemos pero hay más cosas que el fútbol...
- Sí, hay más cosas pero el mundial sólo es cada cuatro años así que tienen que ganar.
- Pues, mucha suerte entonces.
- Sí, necesitamos suerte.
- Hasta luego.
- Adiós.
miércoles, junio 16, 2010
La librería M.
"O derradeiro libro mercado na librería M, o fin dunha época."
Así empieza el último libro que tengo ya en la estantería. La noticia rompió mi tranquila y pacífica visita a Galicia. M cierra sus puertas tras 30 años en la ciudad. El corazón se me rompió un poco al ver los estantes vacíos pero me negué a creerlo hasta hablar con alguno de los que allí trabajan quien confirmó la noticia. Y mi corazón se rompió un poco más aunque como bien afirmaba mi madre con mis compras no podrían mantenerse. Mi amor por M fue un amor puberal. Antes no iba a M, antes íbamos a la librería S que quedaba en la calle O. La librería S era otra cosa. Un hombre muy mayor dirigía la librería con mucha mano izquierda. Era el dueño. Sabía desde donde estaban las grapas hasta el libro más recóndito. No había nada que escapase a su memoria. Allí hacíamos cola cada principio de curso para comprar los libros y allí el mismo hombre nos hacía la cuenta rebajando siempre algunas pesetas. Nunca llegamos a saber la razón de la rebaja pero siempre hacía rebaja. Recuerdo cómo apuntaba los precios y cómo hacía la cuenta en un abrir y cerrar de ojos. Siempre admiré esa rapidez en la que no le escapaba ni una peseta. Así sucedió parte de mi infancia con alguna que otra visita a la biblioteca. Al cerrar la librería S nuestra fidelidad a la misma desapareció y allí comenzó mi relación la librería M.
M era otra cosa. Había cientos y cientos de libros ordenados alfabéticamente pero mi interés empezó porque los libros de Siruela estaban situados a la entrada dentro de la sección infantil. Los libros de Siruela siempre han sido un gran interrogante. Son historias sencillas y dulces, algunas veces con algo de traición pero siempre cálidas. Así empecé mis visitas y con el paso del tiempo fuí apreciando otras cosas. Los dependientes no eran meros dependientes. Los dependientes se lo sabían todo, los autores, los libros, las fechas y siempre dejaban caer algún comentario que por norma resultaba profético del libro en cuestión. Allí aprendí que hay diferencias entre hacer un trabajo y amar un trabajo. Aquellos hombres con canas amaban los libros y no tenían problema en empezar una tertulia a la mínima oportunidad. Habitualmente hablaban de política en la mitad de la librería. Hablaban con tanta retranca que muchas veces permanecí más tiempo sólo para escuchar cómo conseguían desarrollar sus argumentos sin caer en la mediocridad. No he sido una asidua de la misma porque siempre salía con un libro bajo el brazo. En muy pocas ocasiones he salido de allí sin comprar algo. Los libros con su pequeña etiqueta en letras antiguas me parecía no solo entrañable sino una muestra de compromiso. El compromiso de crear un espacio donde las palabras tenían vida propia. Y ahora que ese espacio se cierra, no sé bien que decir. No tengo una librería M en Madrid, la he buscado pero sigo sin encontrarla. Siempre tenía la esperanza de comprar libros allí y ahora me siento un poco huérfana...Cuando compré mi último libro, una hermosa historia de un viaje en el tiempo, sólo pude agradecerles su servicio a la ciudad y su amor a los libros....A lo que el dependiente asintió con una triste sonrisa.....Ojalá vuelvan pronto....Ojalá vuelvan porque ya les echo de menos....
Así empieza el último libro que tengo ya en la estantería. La noticia rompió mi tranquila y pacífica visita a Galicia. M cierra sus puertas tras 30 años en la ciudad. El corazón se me rompió un poco al ver los estantes vacíos pero me negué a creerlo hasta hablar con alguno de los que allí trabajan quien confirmó la noticia. Y mi corazón se rompió un poco más aunque como bien afirmaba mi madre con mis compras no podrían mantenerse. Mi amor por M fue un amor puberal. Antes no iba a M, antes íbamos a la librería S que quedaba en la calle O. La librería S era otra cosa. Un hombre muy mayor dirigía la librería con mucha mano izquierda. Era el dueño. Sabía desde donde estaban las grapas hasta el libro más recóndito. No había nada que escapase a su memoria. Allí hacíamos cola cada principio de curso para comprar los libros y allí el mismo hombre nos hacía la cuenta rebajando siempre algunas pesetas. Nunca llegamos a saber la razón de la rebaja pero siempre hacía rebaja. Recuerdo cómo apuntaba los precios y cómo hacía la cuenta en un abrir y cerrar de ojos. Siempre admiré esa rapidez en la que no le escapaba ni una peseta. Así sucedió parte de mi infancia con alguna que otra visita a la biblioteca. Al cerrar la librería S nuestra fidelidad a la misma desapareció y allí comenzó mi relación la librería M.
M era otra cosa. Había cientos y cientos de libros ordenados alfabéticamente pero mi interés empezó porque los libros de Siruela estaban situados a la entrada dentro de la sección infantil. Los libros de Siruela siempre han sido un gran interrogante. Son historias sencillas y dulces, algunas veces con algo de traición pero siempre cálidas. Así empecé mis visitas y con el paso del tiempo fuí apreciando otras cosas. Los dependientes no eran meros dependientes. Los dependientes se lo sabían todo, los autores, los libros, las fechas y siempre dejaban caer algún comentario que por norma resultaba profético del libro en cuestión. Allí aprendí que hay diferencias entre hacer un trabajo y amar un trabajo. Aquellos hombres con canas amaban los libros y no tenían problema en empezar una tertulia a la mínima oportunidad. Habitualmente hablaban de política en la mitad de la librería. Hablaban con tanta retranca que muchas veces permanecí más tiempo sólo para escuchar cómo conseguían desarrollar sus argumentos sin caer en la mediocridad. No he sido una asidua de la misma porque siempre salía con un libro bajo el brazo. En muy pocas ocasiones he salido de allí sin comprar algo. Los libros con su pequeña etiqueta en letras antiguas me parecía no solo entrañable sino una muestra de compromiso. El compromiso de crear un espacio donde las palabras tenían vida propia. Y ahora que ese espacio se cierra, no sé bien que decir. No tengo una librería M en Madrid, la he buscado pero sigo sin encontrarla. Siempre tenía la esperanza de comprar libros allí y ahora me siento un poco huérfana...Cuando compré mi último libro, una hermosa historia de un viaje en el tiempo, sólo pude agradecerles su servicio a la ciudad y su amor a los libros....A lo que el dependiente asintió con una triste sonrisa.....Ojalá vuelvan pronto....Ojalá vuelvan porque ya les echo de menos....
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