Consagraré mi vida al servicio de la humanidad.
Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad.
La salud de mis pacientes será el objetivo prioritario de mi trabajo.
No permitiré que prejuicios de religión, nacionalidad, raza, partido político o nivel social se interpongan entre mi deber y mi conciencia.
No prestaré colaboración alguna a los poderes políticos que pretendan degradar la relación médico-paciente restringiendo la libertad de elección, prescripción y objeción de conciencia.
Hago estas promesas, solemne y libremente, bajo Palabra de Honor, en memoria de todos los que creen o hayan creído en el honor de los médicos y en la ética de sus actuaciones.
Cuando terminé la facultad de Medicina realicé estas promesas entre muchas otras. Hoy tras escuchar la lamentable noticia que muchos de mis pacientes se quedarán sin asistencia sanitaria, tengo que recordarlas. Para mí, la ley tiene caras, nombres y apellidos. No es un ente abstracto, son personas, familias e historias que a partir de hoy recibirán una asistencia sanitaria sesgada a situaciones puntuales. A ellos les quiero decir que mantengo mis promesas, solemne y libremente, bajo Palabra de Honor, hoy y el resto de mis días.