sábado, julio 26, 2008

SDQ-MAD.

Cojo mi vuelo de vuelta. Apenada, entro en el aeropuerto. No sé exactamente porqué o cómo me dan un asiento en primera clase desde Santo Domingo a Madrid. Es un milagro que agradezco, esta semana no hemos parado. Llego a mi asiento confortable, con su propia pantalla de televisión, su mantita suave. Un placer. A mi lado se sienta un hombre que me resulta conocido pero no sé quien es.

Despegamos en hora y comienzo a pensar en estos días aquí. Pienso que lo que cuesta hoy mi billete es el precio de una casa de dos habitaciones para una familia de Aguas Negras. Me siento un poco culpable ( muy culpable). Las azafatas nos ofrecen todo tipo de bebidas y delicateses con un trato exquisito. Sigo pensando que si todas las personas que hoy viajaron en primera clase en el mundo, lo hubiesen hecho en clase turista se hubiese solucionado el problema de la vivienda en R.Dominicana. Decido dejar el tema mientras musito una oración de agradecimiento por todo lo que tengo. Leo un rato y nos sirven la cena.

El menú es de Sergio Ariola. Escojo de la carta aquello que deseo tomar. El primer plato está bueno. Del segundo plato solo quedan dos de las tres opciones disponibles. El hombre de mi lado solicita la opción agotada, la azafata muy amablemente le indica que ya no queda. El hombre empieza a decir que eso es una vergüenza, que siempre pasa lo mismo y me mira con cara de buscar apoyo. Por supuesto ni le miré, ayer hicimos la lista de niños con desnutrición de Aguas Negras. 12 niños. No son muchos pero no reciben lo suficiente. Enfadarme y dirigirme agresivamente a las azafatas no está en mis planes. Hoy no. Así que muy educadamente le pido a la azafata uno de los platos que si hay. Pongo mi mejor sonrisa y le doy un gracias bien sincero. El hombre acaba cogiendo el otro plato que le ofrecen, la azafata lo pone sobre su mesita con mantel de hilo fino. Corta la lasaña con cara de desdén y acto seguido sin probarlo, lo coloca de malas maneras sobre la bandeja de la azafata. Abro los ojos como platos y no digo nada porque ni merece palabras. La estupidez no merece ni un pensamiento.

Sigo pensando y me doy cuenta de quién es mi acompañante. Uno de los grandes chefs de este país. Uno de esos cinco chefs que salen en la prensa, reciben elogios y estrellas Michelin. Tanta atención en una sola persona es perjudicial. Visto lo visto, prefiero mil veces compartir una comida en Aguas Negras que comer con alguien así.

1 comentario:

Fuego negro dijo...

Si el menú era de Sergio Ariola, me quedan 4: Jose Mari Arzak, Pedro Subijana, Martín Barasategi y Ferràn Adriá.

Pero yo me río más con Karlos Arguiñano.