viernes, septiembre 05, 2008

Cansancio.

Son las doce de la mañana. Acabo de salir del hospital tras una guardia más, una de las cinco en 11 días. Estoy agotada. Agotada. Cojo el metro para ir a la universidad. Y mientras leo. Leo para no quedarme dormida. Leo para no pensar. Leo para sentir que sigo viva. El metro se va llenando poco a poco. Se acaban los asientos y la gente comienza a ir de pie. Y entonces llega una señora de unos 70 años. Nadie le mira. Nadie le cede un asiento. Y cuando mis ojos se cruzan con los de ella, lo digo...

- ¿ Quiere sentarse?, le cedo mi asiento.

Y ella me mira y simplemente me dice:

- No déjese sentada parece muy cansada. Yo estoy bien, sólo son un par de paradas. No se preocupe.

- Gracias.

Es la primera vez que alguien me dice esas palabras tras una guardia. Y sin que ella lo sepa, toca mi corazón. Su generosidad y comprensión valen más que la noche sin dormir mirando un monitor, valen más que el Colles que llegó hace dos noches, más que todas las personas que atendí...su gracia iluminó un día gris....Gracias estimada señora.

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