sábado, enero 31, 2009

Sábado.

Hoy aproveché para hacer los recados de sábado que suele hacer la gente normal. La gente normal. Este término siempre me deja dubitativa acerca de si yo pertenezco a dicho grupo. Caminé entre algunos charcos fuí a algunas tiendas, la oficina de correos, el banco, el mercado en el que suena jazz como sin querer, sin pretender...Hoy disfruté de una plácida mañana mientras despertaba a mi madre por teléfono para que escuchase el concierto de la dos...Tras un par de horas danzando por el barrio, giro para entrar en mi calle, veo a un anciano caminando con dificultad con un bastón de madera oscura y pintas negras...Le veo moverse con torpeza y pienso en todos los nombres raros con los que definimos su marcha...pienso que poco le ayudamos...Unos diez metros más adelante, hay una mujer de la misma edad, hermosa y caminando con facilidad...Pienso en lo caprichosa que a veces es la vida...Y justo entonces, ella se da la vuelta y le pregunta a voz en grito..."¿ Se ha muerto alguien?"...Y pienso en responderle...Lo pienso por un instante pero no quiero pertenecer a el estereotipo de jóvenes maleducados que lo saben todo...pienso en decirle que nuestro amigo de bastón, ella y yo estamos vivos...vivos....Y el hombre se para y la mira con esa incredulidad que sólo los años dan..." Que yo sepa no, en la parroquia no hay ningún funeral"...Y tengo ganas de reírme pero me parece poco ortodoxo así que aumento mi paso para entrar en mi portal, justo se cierra la puerta y me río...

Y sin saber porqué me acuerdo de mi abuelo. El abuelo. Tengo pocos recuerdos de él. Pocos recuerdos reales de él. No recuerdo el sonido de su voz. No recuerdo sus palabras. Sólo queda en mí su herencia. Las cientos de historias que cuentan aquellos que le conocían. Y mi mayor recuerdo era subir las escaleras de su casa, al principio corriendo y luego más lentamente porque me faltaba el aire. Recuerdo llamar varias veces al timbre si J no corría más que yo, en ese caso la puerta estaría abierta. Recuerdo a la Poski ladrar de alegría. Recuerdo a la abuela en la cocina preparando algo de comida. Y recuerdo que mi carrera era para ver al abuelo. Él permanecía en el lado del sillón más cerca de la puerta, enganchado a su oxígeno. Y recuerdo su cara, una cara llena de arrugas. Y unas manos ásperas con las que cogía mi cara y me pedía un beso. Y recuerdo que yo era pequeña, muy pequeña.
Y lo recuerdo con calidez, lo recuerdo como un momento seguro, tranquilo y lleno de amor.

jueves, enero 29, 2009

Ellos.

Él tenía una de esas gafas de cristales vidriosos que ocupan parte de la cara. Llevaba un abrigo verde oscuro con pantalones negros. En su mano estaba una pequeña carpeta azul que recuerda a días de escuela. Venía acompañado de su mujer.
Ella era una de esas damas que salen en las películas de los años cincuenta. Pelo gris, pocas arrugas y una piel fina que envidiaría cualquier artista. Vestía con ese cuidado que ya no se lleva. La falda por debajo de la rodilla, la combinación color perla de raso gastado y unas buenas medias..." porque hace mucho frío, doctora"...
Comenzamos a hablar y su educación me hace ser mejor que de costumbre. Le pido la carpeta azul donde guardan todos los informes médicos de ella. "Están un poco desordenados entre tanto médico". Veo los sobres de iberdrola con letras mayúsculas que indican el órgano afectado...garganta, corazón, depresión, tripa...y dentro informes médicos pulcramente doblados...Les hago las preguntas de rigor y hay un dato que no recuerdan.

- Espere, está en un papel amarillo, dice él.
- Pasó hace mucho pero siempre me ha dejado un poco más lenta de esta mano, ¿sabe?, dice ella.

Entre los tres rebuscamos entre sobres hasta que él encuentra el papel.

- Aquí está, aquí lo tiene, mire.

Y me pasa un papel pequeño de color amarillento con unas letras grandes de imprenta que ponen " Ambulatorio, calle marañón s/n". En el papel hay cinco frases escritas sin puntos ni comas en letras ilegibles excepto la fecha. 3/XI/1964.

- El 64, madre mía, son ustedes una joya.
- Sí ya llovió, dice ella.
- Nadie guarda los papeles pero guardarlos tantos años, son todo un ejemplo a seguir.
- Ay en el 64, acababa de nacer nuestro segundo hijo, continua diciendo.

Y sonrío mientras no les digo que ese valioso papel carece de valor si no se pueden entender las letras. No encuentro la valentía para decírselo, al fin y al cabo, los médicos eran otra cosa en aquellos tiempos... Cuarenta años más tarde, sabemos más pero no somos mejores... Lo que nos hace mejores son ellos, los pacientes...Los que te cuentan esas pequeñas cosas y te recuerdan que tienes que ser mejor, tienes que ser digno de su confianza...digno de ser recordado por cuarenta años....

domingo, enero 25, 2009

Una idea.

Las preguntas siempre son bienvenidas,
Las respuestas no siempre son adecuadas,
pero la fe, la fe siempre está presente.

martes, enero 20, 2009

El Retiro.

Era media tarde en el Retiro. El suelo estaba blando por la lluvia caída en los últimos días. No había mucha gente paseando. Los habituales puestos se reducían a un pintor callejero en todo el paseo frente al lago. La policía hacía su ruta habitual a caballo y los viandantes parecían ensimismados en una tarde de invierno.
Los vi a lo lejos pero no quise creer que era cierto. Una pareja caminaba del brazo, uno junto al otro, ambos tenían una estatura superior a la media y ambos llevaban un bastón blanco para personas con baja agudeza visual. Ahora no se habla de ciegos, se habla de personas con baja agudeza visual. Tenían unos cuarenta años y tez blanca. Ella tenía canas y él tenía una barba espesa que resaltaba en su rostro. Caminaban a paso firme haciendo sonar sus pisadas sobre la arena mientras movían sus bastones a la par. El sol les daba de frente pero su único gesto era de serenidad mientras no emitían ni una sola sílaba. Y sin poder evitarlo, les mire.
Les mire con el descaro que sólo la ceguera te puede permitir, parecían tan en paz con la vida que pensé en cerrar los ojos y escuchar...escuchar la arena, el ruido de los patos, las conversaciones pasajeras...Y pensé en lo sensorial que era la vida aunque no lo percibiese...el calor del sol, el olor a tierra mojada, el pelo sobre la cara y el tacto de un bastón...y me sorprendí, me sorprendí de mi baja agudeza sensorial...

lunes, enero 19, 2009

Nieve.

La nieve invade la plaza. Faltan diez minutos para las ocho. Una niña de seis años camina de la mano de su abuelo mientras mira fascinada la nieve sin parar de decir..."Es nieve, es nieve"...El abuelo sonríe mirando a la pequeña con envidia...La envidia de tocar la nieve por primera vez...Les veo,mi somnolencia habitual se cae entre la nieve y comienzo a sonreír divertida...Ella nos ignora...sólo existe la nieve...pero su abuelo y yo nos miramos con complicidad por ver ese pequeño momento...

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Parece un muñeco de famosa. Va sentado en su carrito mientras su madre habla por teléfono ajena a su movimiento. Tiene gorro, abrigo, manoplas y manta. Parece mentira que un bebé pueda llevar tanta ropa sin ahogarse en algún momento. Al principio sólo me fijé en su madre que estaba dando gritos por el teléfono. No me interesaba saber que su cuñada no era lo que ella esperaba que fuera. Él mientras no paraba de mover sus pequeñas piernas con energía de modo que el traqueteo de la silla era más fuerte. Lo curioso era su risa. Cada golpecito contra la silla era seguido de una alegre carcajada acompañada de un movimiento uniforme de sus manos que trataban de aplaudir. Y sonreí, sonreí abiertamente mientras lamenté que su madre estuviera tan enfadada como para valorar la alegría del mero movimiento.

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La nieve es capaz de provocar los sentimientos más nobles seguidos de los más bajos en cuestión de horas. Al principio transmite belleza pero horas más tarde cuando la ciudad se colapsa por falta de previsión, todo el mundo deja de ser amable.
La nieve siempre me acompañó de guardia así que mi apreciación de la misma fue un poco distinta del resto....cada mañana al salir del hospital, no pude por menos que abrir bien los ojos para apreciar ese monocromo en el paisaje...y me gustó, me gustó que los árboles tuviesen restos de nieve, me gustó que la nieve permaneciese en mi terraza, me gustó la sensación de frío...pero sobre todo me gustó su nitidez...todo puede comenzar de nuevo, todo puede escribirse en una nueva hoja, todo puede ser blanco otra vez....

miércoles, enero 14, 2009

Terapia.

Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.
Las personas son valiosas.


Cada vez que me encuentro con alguien que me quiere demostrar lo contrario, pienso eso. No voy a cambiar de opinión. Ese es un axioma.

Ese es mi axioma para practicar la medicina, punto.

sábado, enero 03, 2009

La conversación.

A Caperucha, por escuchar esta historia, por animarme a contarla.


Nochevieja, 21.35 horas.

He dejado a tres pacientes en Observación para pasar la noche y he ingresado a otro. No me siento muy orgullosa de mi trabajo. He pensado lo que tenía que pensar y he actuado en consecuencia pero no es suficiente. Tres pacientes pasarán sus últimas uvas en un hospital. La última Nochevieja de sus vidas. En un hospital. Respiro hondo pero no me siento bien. Yo lo sé, humanamente la moneda ya ha sido echada.
Hablo con el último paciente y le explico la situación, prefiere quedarse en el hospital. Llamo a su familia en la sala de espera y nadie contesta. Llamo en tres ocasiones sin éxito. Veo las arrugas en su cara. A lo mejor están en casa, doctora. No se preocupe, ahora mismo les llamo para que vengan.

Pi, pi, pi ( qué alguien responda, por favor), pi, pi.

- Hola.
- Hola, ¿ es el domicilio de....?.
- Si, dígame.
- Soy la dra...., le llamo del hospital de...
- Hace cinco minutos que mis hermanos han salido para allá. Estamos preocupados.
- Sí, por eso les llamaba para comentarles la situación.
- Ya, soy su hijo. ¿ No podría adelantarme nada, por favor?.

Y pronuncia el por favor con tal cadencia que me pone en un aprieto. No se puede dar información telefónica. No se puede. Tampoco se podría pronunciar el por favor con ese tono.

- Bueno, pues me gustaría hablar con ellos para contarles. La idea sería discutir si quedarse esta noche en el hospital o venir mañana para repetir los análisis.

No estoy dando información acerca del proceso médico. No sé si es legal pero ya es suficiente con mirar a los ojos del paciente y me estoy imaginando la mirada de este buen hombre al otro lado del teléfono.

- Lo que sea mejor para mi padre, haga lo que tenga que hacer.
- De acuerdo, lo discutiremos cuando lleguen aquí sus hermanos. Buenas noches y muchas gracias.
- Muchas gracias a usted y que tenga un feliz año nuevo.
- Gracias, para usted también.

Y la forma en la que lo dice me pone los pelos de punta. Feliz. Todo menos feliz es lo que les espera pero aún así, aún así me desea un feliz año nuevo. Así que me levanto de la silla, voy a junto del paciente y me siento a su lado. Le digo que ya vienen de camino, que hablé con su hijo y que a ver qué hacemos con usted....Doctora, pues haga lo que tenga que hacer, responde con una tierna sonrisa....