martes, enero 20, 2009

El Retiro.

Era media tarde en el Retiro. El suelo estaba blando por la lluvia caída en los últimos días. No había mucha gente paseando. Los habituales puestos se reducían a un pintor callejero en todo el paseo frente al lago. La policía hacía su ruta habitual a caballo y los viandantes parecían ensimismados en una tarde de invierno.
Los vi a lo lejos pero no quise creer que era cierto. Una pareja caminaba del brazo, uno junto al otro, ambos tenían una estatura superior a la media y ambos llevaban un bastón blanco para personas con baja agudeza visual. Ahora no se habla de ciegos, se habla de personas con baja agudeza visual. Tenían unos cuarenta años y tez blanca. Ella tenía canas y él tenía una barba espesa que resaltaba en su rostro. Caminaban a paso firme haciendo sonar sus pisadas sobre la arena mientras movían sus bastones a la par. El sol les daba de frente pero su único gesto era de serenidad mientras no emitían ni una sola sílaba. Y sin poder evitarlo, les mire.
Les mire con el descaro que sólo la ceguera te puede permitir, parecían tan en paz con la vida que pensé en cerrar los ojos y escuchar...escuchar la arena, el ruido de los patos, las conversaciones pasajeras...Y pensé en lo sensorial que era la vida aunque no lo percibiese...el calor del sol, el olor a tierra mojada, el pelo sobre la cara y el tacto de un bastón...y me sorprendí, me sorprendí de mi baja agudeza sensorial...

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