viernes, marzo 06, 2009

Temor.

Tenía los ojos grandes. Unos ojos oscuros que resaltaban en una cara pálida. Rondaría los nueve años y vestía impecable el uniforme de la escuela. Llevaba un pequeño bolso de hilo azul colgado de forma que cruzaba el abrigo. Fue entonces que un hombre comenzó a hablar en voz alta. Los viajeros comenzaron a mirar a otra parte. El hombre pedía educadamente dinero. Relató una historia mísera, todas esas historias lo son. La niña le miró, bajó la mirada y discretamente movió su bolso para que quedará dentro del bolsillo del abrigo. Comprobó dos veces que el bolso estaba en un lugar seguro y su mirada dejó de ser clara e inocente.

Y ese gesto me traspasó un poco. Olvidé todas las desgracias vistas en ese día y fue su cara la que se quedó grabada en mi retina. Se puede tener miedo de un mendigo; se puede tener miedo a que te roben la cartera. Se puede; ¿ pero tememos con la misma vehemencia a los monstruos de la vida cotidiana?. Con nueve años nadie te explica que hay cosas mucho más peligrosas y temibles que un pobre vagabundo en el tren. Y con ese gesto, reconozco que le estamos fallando a esa niña...fallando en enseñarle a ver a las personas como personas, personas valiosas a pesar de su aspecto...


_ Si hay temor, no hay amor.

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