jueves, junio 11, 2009

Usted.

- Yo sólo quiero que le diga a mi hija cómo tiene que comportarse. Sólo eso. Usted es la doctora, tiene autoridad para hacerlo. Yo confío en eso, ella la va a escuchar. A mí no me escucha pero a usted sí.


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Y la pelota está en mi campo. Sin querer. Sin pretender. Y esa entrevista sigue en mi mente. Yo, yo. Yo sé que la gente hace lo que considera. Sé que si la gente escuchase a otros, habría menos conflictos, menos problemas, menos mal. Lo sé. Pero también sé que los seres humanos son impredecibles. Más de la mitad de mis pacientes no hacen lo que les indico. No toman las medicinas. No hacen los ejercicios. No lo hacen. Así que si no hacen cosas básicas, dudo que hagan otras cosas que tengan que ver con sus relaciones con otras personas.
Lo dudo mucho.
Así que cuando alguien dice algo como esto. Hay que escuchar la otra frase. La frase silenciosa, el yo quiero que los demás cambien. Quiero que los demás sean lo que yo quiero que sean. No dicen lo que les ha llevado a esta situación. Los meses previos, años anteriores no cuentan. Sólo cuenta el hoy. Hoy.
Y yo no soy la autoridad que ellos esperan que sea. No soy un padre, no soy un pastor, no lo soy. Yo sólo soy un par de oídos con bata blanca. Un par de oídos que aún están aprendiendo a vivir....a vivir en un mundo que no es previsible, en un mundo donde los aviones se caen, donde unas pocas células matan a personas buenas, donde hay que aprender a convivir con la frustración y el sufrimiento...un mundo caído...un mundo donde las personas son libres...donde la libertad nos hace vulnerables...Ahí, ahí es donde estoy aprendiendo a vivir...por eso, por eso no tengo muchas respuestas...y por eso, escucho mientras hago una oración...una simple oración...venga tu Reino, venga tu Reino...

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