domingo, octubre 15, 2006

Una historia, dos ciudades.

Viena, septiembre 2002.

Cogimos el tranvía para volver al albergue. Habíamos comprado el billete y nos sentamos en sitios separados aunque no recuerdo el porqué. En una de las paradas subió un hombre de unos cincuenta años, borracho y oliendo mal, muy mal. LLevaba una botella de vino barato y decía frases, bromas u obscenidades en alemán que nunca llegamos a entender. Mi amiga estaba sentada con un asiento libre entre el hombre y ella, él se dirigió varias veces a ella sin obtener éxito. Varias personas cerca del sujeto, se levantaron y se sentaron en la parte trasera del tranvía sin quitar ojo a todos sus movimientos. Mi amiga permaneció todo el trayecto seria a su lado.
Al llegar a la parada le pregunté porqué no se había cambiado de sitio. Al fin y al cabo, estábamos en un país extranjero sin comprender todo lo que estaba sucediento con aquel sujeto. Su respuesta fue simple,concisa y clara: " No me levanté porque quiero vivir en una sociedad donde no se discrimina a otros por su olor o condición sino que se acepta la realidad y aprendemos a convivir con ella."

Madrid, octubre 2006.

Cojo el metro después de trabajar. El vagón va bastante lleno y hay dos sitios libres junto a un anciano. Me acerco y me siento dejando un espacio de separación entre el hombre y yo. Éste huele mal, una mezcla de alcohol y suciedad con meses de evolución. Toda esa parte del vagón huele realmente mal. Permanezco en mi sitio mientras leo. Veo como dos matrimonios dejan sus asientos libres y se dirigen a otra parte del tren. Una mujer se sienta entre el hombre y yo, tapa su nariz con la mano sin la menor vergüenza mientras pone cara de asco. El hombre dice un par de frases en un idioma desconocido sin que nadie le dirija la mirada o presté atención, todos nos dedicamos a ignorar la realidad, nos es desagradable. Se levanta con cara de desorientado y procede a bajarse dos paradas más adelante. Comienzo a pensar un par de nombres técnicos pero la etiqueta sobra hoy, solo era necesario un poco de compresión y respeto...por desgracia no la recibió en aquel vagón.

Recordé las palabras de mi amiga, yo permanecí en mi asiento gracias a aquella frase de una noche en Viena.

Foto: Post Secret

3 comentarios:

Lafriky dijo...

Muy tipico del metro, yo he vivido cada historia,........pero a mi es que me pasa de todo.

Lafriky dijo...

Por cierto me alegro de volver a leerte he estado muy perdida.

Sara. dijo...

Gracias, caperucha, tengo un pequeño adorno navideño esperando encontrar el lugar adecuado..es alemán y es hogareño. Me gusta, algún día te contaré la historia de quien me lo regaló...creo que te gustaría esa perona. Bicos.

Gracias por pasearte por aquí,espero que estés bien. Un abrazo.