Había pasado en varias ocasiones por delante de esa tienda. Nunca me había atrevido a entrar. Su tamaño mediano hacía que percibiesen tu presencia al instante y eso me abrumaba un poco cuando ni siquiera sabía bien que hacía allí. Por su escaparate soso se veían papeles de todos los colores, tamaños y texturas. Nada había fuera de su lugar, todo estaba en largas estanterías sin poder ver la calidad del papel desde fuera de la tienda.
Hoy, sin saber porqué, entré en la tienda. Me saludaron con un cálido hola y me dejaron andar a mis anchas... Todo ese papel, esas formas....tocarlos con la mano era una especie de festival para ciegos...Y me transmitió esa sensación de estar en una especie de casa soñada...Me recordó a aquel libro de Auster donde el protagonista se enamora de un cuaderno portugués....Así que me dirigí al vendedor en busca de su ayuda...Dijo las palabras exactas y yo salí de allí con cinco pliegos y la sensación de que aún hay cientos de cosas por descubrir...
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