Alcancé el metro de casualidad. Una pequeña carrera para entrar en el último vagón. Abro El viejo y el mar, 20 páginas para terminar. Leo un rato y pronto me encuentro en mi parada, sólo debo recorrer la longitud del tren hasta llegar a las escaleras. Camino distraída cuando le veo. Barba de tres días, camiseta con uno de esos mensajes que pretenden decir algo y vaqueros negros. Lleva una mochila en la mano y parece resuelto a mirar al resto. Nuestros ojos se cruzan unos breves segundos pero estoy demasiado cansada como para mantener la mirada y saber quién es.
Vuelvo a levantar la mirada y él sigue ahí. El metro comienza nuevamente a andar lentamente. Y nos miramos, nos miramos hasta que percibo su empatía. Quizás ambos estemos cansados. Quizás la vida sea otra cosa. Y cuando el tren parece alejarse, sonrío. Sonrío ampliamente y me devuelve la sonrisa.
Aún hay vida en el subsuelo.
2 comentarios:
estooo...y tiene primos?...;P
Un biquiño caperucha....
No lo sé, prueba...sonríe en el metro...a lo mejor encuentras a su primo ;)
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