Aún no sé bien que le ocurría. Un dolor al respirar, una tos, unos mocos, que sé yo. Acudía con un niño pecoso de unos 8 años. Ella no hablaba español así que el niño comenzó a relatar el proceso. Lo dijo como si fuera el discurso sobre el estado de la nación. Serio y consciente. Observé sus rasgos, eran similares. Madre e hijo compartiendo la misma habitación. Comencé a hacer preguntas mientras le miraba a los ojos. Él miraba a su madre quien respondía con decisión y nuevamente me miraba. Mezclaba algunas palabras de español entre sus frases en aquella lengua.
El niño hablaba con la madurez que sólo da el amor. Serio y digno era el intermediario entre su madre y yo. Él era la pieza clave en esa sala. Todo estaba en sus manos, todo dependía de sus palabras. Y cuando terminó la entrevista, no pude por menos que agradecerle su trabajo. Su madre sonrío con una de esas sonrisas que rompen fronteras. Orgullosa y agradecida,asintió. Y entonces, por primera vez habló. Timidamente lo dijo, me gustaría ser médico. Y tocó un poco mi corazón, uno subestima el poder de su trabajo. Una revelación tan precisa, hubiera requerido algo más. Algo distinto a una entrevista entre una médico cansada y su madre a esas horas de la madrugada. Le respondí de forma sincera, no lo dejes, no abandones esa idea, ama esta profesión y no te arrepentirás. Asintió con una mirada inocente y clara. Le pregunté su nombre y no pude por menos que despedirme con un Adiós dr. M, espero que algún día sea usted el que me cure a mí.
1 comentario:
"Yo de mayor voy a ser médico, para curarte a tí". Tantas veces visualicé mi bata blanca y mi fonendoscopio...
Quizá era la razón equivocada.
"Yo de mayor voy a ser médico, para curarme a mí mismo".
Otra vez, me has emocionado.
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