Nunca he atravesado sus puertas, nunca he visto su escaparate pero conozco sus aires. Cada año recibo un par de libros que vienen de sus estantes, siempre usan ese papel reciclado de colores que doblan dando vida al paquete con un pequeño logotipo que pone Libraría Traba. Sus libros siempre son apetecibles, vienen rodeados de un halo de confianza. Sé que me van a gustar y que serán esos libros que dejo a la vista en mi estantería... Sé que es algo así como el 84 de Charing Cross Road...sé que quizás hasta le escriba al librero....
Así que cuando leí su pequeño libro homenaje por su décimo aniversario...dez anos, dez historias...Supe que me iba a gustar...y quise, quise leerles a los niños por la noche, quise dormir dentro de sus puertas buscando un libro, quise que el librero hiciese magia detrás de mi oreja, quise que no existan tragalibros y quise dejar mis libros para buscar en Budapest una nueva libraría....y quise ser yo una de sus lectoras, quise rebuscar entre sus letras y convertirme en la Trama de alguno de sus relatos...pero la libraría Trama queda a cientos de kilómetros de mí así que me tuve que conformar con un libro de Dickinson prestado de la biblioteca municipal y me agarré a sus palabras para tener cerca un poco de esa belleza...
Si yo puedo evitar que un corazón se pare,
no habré vivido en vano.
Si yo pudiera aliviarle a una vida el dolor
o calmar una pena;
Si ayudo a un desmayado petirrojo
y lo llevo de nuevo hasta su nido,
no habré vivido en vano.
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