La mañana está resultando agotadora. Trámites oficiales, informes, ajustes de tratamiento, artículos por leer...Visitamos los domicilios sin dar buenas noticias. Hoy es uno de esos días grises por muy azul que esté el cielo.
Visitamos a una paciente que nos pregunta cuánto tiempo le queda...Respondemos amablemente que no lo sabemos...y empieza con una suspicacia clara...¿ tan poco tiempo?...y comienza a llorar porque sabe todas las cosas que no va a ver o hacer...Nos cuenta su vida con las correspondientes tragedias....Tratamos de hacerle ver lo bueno sin éxito...Me mira y me dice que le recuerdo a su hija que nunca llegó a nacer....y comienza a llorar nuevamente....Así que me siento en su cama y le arropo los pies en silencio.
Salimos del domicilio cuando nos llama el hijo del anciano de ayer para decirnos que ha fallecido. Así que vamos a firmar el certificado de defunción y darles el pésame.
Los hijos están reunidos en la casa alrededor de su madre. El paciente tiene una cara plácida, descansa ya en paz. Su mujer está sentada llorando desconsolada. Nos acercamos, la besamos y escuchamos todo lo que nos dice...ya está descansando, ya está en el cielo afirma tristemente...Y al ver a esa mujer llorando, no hay nada que decir...60 años de convivencia no se borrarán nunca de un plumazo...su corazón no va a volver a ser igual...ella lo sabe, lo sabe porque le cuesta respirar mientras coge su mano flácida...Y entonces le dice a él...pide por nosotros, ruega le por nosotros para que no nos abandone...
Hoy la mejor medicina ha sido el silencio y una oración para que Su paz no les abandone.
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