miércoles, febrero 03, 2010

Decálogo de convivencia.

Es una mañana normal. Normal. ¿Se puede usar esa palabra cuando se trabaja con personas?. No lo sé. Mi jersey de pico y mis pantalones no me ayudan a encontrar la respuesta.

Ella viene a la consulta, con sus 75 años bien puestos. Empieza a hablar y habla. Habla, habla y habla. Mi asertividad siempre sufre con alguien de 75 años. Así que esta buena mujer con sus molestias al orinar me cuenta todos los detalles con pelos y señales. En vista de que sigue hablando y ni siquiera coge aire para respirar, no sé cómo explicarle que ya le he entendido. Se me ocurre otro plan. Me levanto para darle un botecito y así analizar la orina. Al ver mi paciente que me levanto, educadamente se levanta. Al levantarse, se acerca a mí y ni corta ni perezosa me coge el borde superior de la bata junto con el jersey de pico de modo que acaba tocándome el escote para que me quede claro lo mal que lo está pasando.
Ante un gesto tan humano, tengo una respuesta muy humana. Doy un paso hacia atrás. Y hago que mi paciente de un paso hacia adelante. Vuelvo a respirar hondo porque nuevamente siento que mi espacio interpersonal está otra vez limitado. Y mi buena paciente sigue hablando, hablando y entre medias me repite que sigue con pinchazos al orinar por lo que se me acerca y toca mi ingle para informarme que le duele ahí. Así que doy un nuevo paso hacia atrás y me dirijo hacia la puerta. Abro la puerta y amablemente mi paciente sale como si todo fuese lo más normal del mundo.


Pocas horas más tarde, viene la siguiente abuelita. Voy a quitarle un pequeño lunar de la tripilla. Preparo todo adecuadamente y me preparo a proceder. En una mano las pinzas, en la otra el bisturí eléctrico. Y cuando me acerco, la dulce abuelita comienza a chillar y ni corta ni perezosa me agarra de la cintura. Conociendo mi hipersensibilidad habitual, pego un salto de modo que el bisturí casi acaba en el suelo. La paciente solo acierta a decir que tenía miedo.


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Lista para la adecuada convivencia con su médico:

1. No me toque el escote.
2. No me toque la ingle.
3. No me toque la cintura.

Las normas se aplican a todo paciente sin excepción.


Ps. Y para terminar el día me han vuelto a preguntar si estoy embarazada....Voy a añadir un cuarto punto: No pregunte a su médico si está embarazada.

2 comentarios:

Fuego negro dijo...

Hay que ver el daño que hacen quienes no te quieren mal. Esos te pillan siempre con la guardia baja.

A veces, me pongo en tu lugar. Quiero decir que a veces quisiera poder ponerme en tu lugar.

Aunque sólo fuera por darte unas horas de descanso entre tocona y tocona.

Sara. dijo...

Gracias por leer, un abrazo;)